14 de febrero de 2006

Entre la guerra y la paz

EEUU y la UE presionan a Irán para que renuncie a alcanzar un desarrollo autónomo de la energía nuclear. La razón que esgrimen es que tales actividades podrían permitir a Irán dotarse de armas nucleares, lo que consideran inadmisible. Irán rechaza las presiones y afirma que sus intenciones son pacíficas y que tiene derecho a desarrollar su propia tecnología nuclear, incluyendo el enriquecimiento de uranio, clave para fabricar el arma atómica. Teherán denuncia que occidente aplica un doble rasero, pues mientras quiere ahogar a Irán, favorece el poder nuclear de Israel -que posee 300 bombas- y tolera el desarrollo nuclear de Pakistán e India. Dos motivos de fondo explican el trato desigual. Uno es el control de la región del petróleo, donde EEUU mantiene una total hegemonía militar, que un Irán nuclear pondría en entredicho. Dos, esa modificación de la balanza militar neutralizaría el poder nuclear israelí, debilitando seriamente al principal aliado de EEUU en la región. Estos son los motivos, más que la proliferación nuclear, lo que explica la dureza de EEUU hacia Irán. Irán posee extensas fronteras con Afganistán e Irak, países ocupados por y en guerra contra EEUU. Si se suma la densa red de bases militares estadounidenses en el golfo Arábigo-Pérsico, vemos que Irán es un país cercado por EEUU. Teherán tiene razones de sobra para sentirse amenazado, sobre todo tras la guerra de agresión sufrida por Irak. Pero la situación se ha complicado para EEUU. La resistencia iraquí, integrada básicamente por sunitas, se muestra invencible. Para que la ocupación no termine en desastre, Washington precisa mantener apaciguados a los chiítas iraquíes, sobre los que Irán tiene un gran ascendiente. También requiere apoyo iraní para impedir la iraquización de Afganistán. Irán, por tanto, es esencial para que la guerra en esos países se mantenga controlada. Otro factor que complica la crisis es el alto precio y la escasez del petróleo. Esto ha llenado las arcas iraníes lo que los vuelve casi inmune a las sanciones económicas. Iran tiene amigos y aliados. Su riqueza energética le hace socio indispensable para China y Rusia. Ambos son miembros permanentes del Consejo de Seguridad. Rusia sabe que Irán es su último aliado en la zona y un cliente privilegiado de su industria armamentista. Lleva años abasteciéndole de sofisticados sistemas de armas, entre los que destaca el sistema antimisiles Tor M-1, de mil millones de dólares, capaz de abatir aviones que intenten atacar instalaciones protegidas. Rusia también ha vendido misiles de uso naval y modernizará la Fuerza Aérea de Irán. Hace pocos meses, un cohete ruso puso en órbita un satélite espía iraní, el primero de un total de ocho contratados por este país. China está urgida de fuentes energéticas estables, que garanticen su desarrollo. Nada hay, para ella, más importante que el abastecimiento energético. Desde 2004 viene reiterando que se opondrá a cualquier plan para llevar el programa nuclear iraní a la ONU. La razón está en el contrato firmado, en octubre de ese año, por valor de 70.000 millones de dólares, por el que Irán proveerá de petróleo y gas a China las próximas tres décadas. China, así mismo, es su segundo proveedor de armas. Aunque el secretismo de las operaciones impida conocer monto y tipo, calidad y cantidad son muy importantes. No debe extrañar que Irán no solo se “sienta” sino también que “sea” militar y económicamente fuerte frente a EEUU. En términos objetivos, el margen de que dispone la UE es sumamente estrecho y dependiente de lo que decidan China y Rusia. Irán no renunciará fácilmente a la energía nuclear. China y Rusia difícilmente se plegarán a los dictados de EEUU.

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