13 de marzo de 2006

La locura en el poder

Estados Unidos busca la forma de responder a las preocupaciones energéticas de China, Japón y la India, grandes clientes de crudo iraní. Washington quiere convencer a esos países de que detengan sus planes de inversión en el sector petrolero iraní o incluso de hacer frente al 'shock' que causaría una súbita interrupción de los suministros. Los analistas se muestran escépticos sobre las posibilidades de persuasión de Estados Unidos y creen que sus gestiones podrían tener incluso el efecto contrario al deseado. Irán, segundo productor mundial de crudo después de Arabia Saudí, ha estado firmando a toda velocidad grandes acuerdos energéticos con China, Japón e India antes de que la controversia en torno a los planes nucleares iraníes llegue al Consejo de Seguridad de la ONU. Estados Unidos instó a Pekín a no invertir en Irán, hasta ahora no se sabe que le ofrece a cambio. Japón necesita el petróleo iraní ¿de que forma lo compensará por este sacrificio?. ¿Le dará permiso para fabricar bombas atómicas también como hizo con la India?. Así que para que Irán no tenga bombas atómicas Bush le dará bombas atómicas a todos los países que rodean o dependen de Irán y que aun no las tienen. Es una locura. El mensaje que ha transmitido Washington tanto a China y Japón como a la India y Pakistán, países que quieren compartir un gasoducto con Irán, es que no puede confiarse en este último país como proveedor energético. Sin embargo la percepción que predomina actualmente en la industria petrolera es que el riesgo mayor procede por el contrario del Gobierno estadounidense. Para reforzar su independencia energética, China invierte en aquellos lugares de los que está ausente Estados Unidos: Irán, Sudán, Birmania, Uzbekistán y posiblemente Venezuela. Los chinos saben que en caso de conflicto o nueva guerra fría, Estados Unidos interferirá en los suministros de petróleo chinos. ¿Cómo va a hacer EEUU para excluir (destruir) Irán y satisfacer al mismo a los grandes consumidores de crudo asiáticos?. Si Irán decidiese reducir fuertemente o incluso suspender sus exportaciones, el mundo estaría en serios problemas. No es mucho lo que puede hacer Estados Unidos para evitarlo. Así que lo que les esta diciendo EEUU a esos países: ANIMÉMONOS Y TIRENSE POR LA VENTANA AL VACIO. Es una locura. Cuando de administrar el ‘Imperio’ se trata, Estados Unidos se mueve como elefante en cristalería. En medio de las amenazas objetivas de Irán, en medio de la crisis de Corea del Norte aún no resuelta, y con la espada de Damocles impuesta por algunos terroristas, Bush decidió abrir las puertas de su cooperación nuclear con India. Abrir el avispero nuclear a una potencia -por más pro occidental y democrática que ésta sea- significa también dar incentivos a otras, no tan democráticas y no tan occidentales, a hacer lo mismo. Estados Unidos, durante el gobierno de Kennedy, fue el pionero en la negociación del Tratado de No Proliferación Nuclear, firmado en 1968, en medio de la amenaza creciente de una solución atómica por el enfrentamiento permanente con la Unión Soviética. El tratado es uno de los instrumentos internacionales más respetados, 187 países lo han firmado y todos, o mejor dicho casi todos, han respetado su objetivo principal. Kennedy lo dijo entonces que no hace falta una voluntad maligna para causar una catástrofe de incontenibles consecuencias, basta una dosis DE NEGLIGENCIA, MALA SUERTE E IRRESPONSABILIDAD. EEUU tiene hoy todo eso sumado a una voluntad maligna. El anuncio generoso de compartir tecnología nuclear con India provocó un remezón en Pakistán, quien esta golpeando las puertas de China para obtener similares ventajas; abrió los ojos de Irán que anunció que seguirá con su programa de enriquecimiento de uranio, no sólo con fines energéticos y hasta Corea del Norte esta ofreciendo sorpresas probando sus misiles en dirección de Japón y mas allá en dirección a Alaska... El mundo otra vez está en vilo y créanlo o no, la Guerra Fría parecerá dentro de poco un ejercicio de calentamiento. El poder absoluto es una quimera; algo que los EE UU están en camino de descubrir cuando apenas han pasado quince años desde que la desaparición de su archienemigo, la URSS, les dejara como única superpotencia. Como se ha señalado a menudo en los últimos tiempos, incluso un país con los recursos de los EE UU se encuentra en serias dificultades para hacer frente a los gastos de un despliegue de tropas relativamente modesto en dos escenarios de guerra limitada como son los de Afganistán e Irak. Pero no es sólo la falta de recursos, agravada por los enormes déficits provocados por la política fiscal de Bush, la que impone límites al sueño neoconservador de una dominación a escala planetaria, entendida como la capacidad de imponer los propios designios a voluntad. Ese sueño está haciendo agua ante la evidencia de que no es posible (o resulta enormemente costoso) hacer política frente a todos, como se está viendo en el caso de Irak y como puede ocurrir con Irán, si los EE UU se empeñan en una política de castigos al régimen de los ayatolás por su política nuclear que no cuente con la colaboración, al menos, de la Unión Europea, Rusia y China. Con todo, el peor enemigo de los que sueñan con el ejercicio del poder absoluto no viene de fuera, sino de dentro. De la pérdida del sentido de la realidad que amenaza a los que, de repente, se ven en una situación en la que, aparentemente, todo les está permitido. La historia nos ha dejado tremendos ejemplos de dirigentes que enloquecieron en trances parecidos: desde Calígula, en Roma, al califa Al Hakim, en El Cairo, o esos terribles monstruos contemporáneos que fueron Hitler y Stalin. «Los EE UU -ha dicho Gorbachov- no han encontrado aún su papel después de que se convirtieran en la única superpotencia; y, a menos que se desembaracen de su complejo de vencedores, seguirán cometiendo errores». Los EE UU, y particularmente las administraciones republicanas, no dudaron en utilizar al Irak de Saddam Hussein frente a la revolución islámica que derrocó en 1979 a su protegido, el Sha de Persia, para, inmediatamente después de la guerra en que aquél se embarcó, llamarle al orden y, cuando Saddam sobrepasó los límites marcados, destruir finalmente su régimen tras más de una década de sanciones y dos guerras. Y en el caso de Irán no han faltado tampoco los episodios de maquiavelismo arrogante y arbitrario, como el episodio del contrabando de armas iraníes para la contra nicaragüense, a pesar de las oficialmente tensas relaciones con el régimen de los ayatolás, o la inclusión de Irán en el «eje del mal», a los pocos meses de haber aceptado los anuncios de una eventual ayuda para sus pilotos en caso necesario, con ocasión de la invasión de Afganistán. Bush se embarca ahora en una confrontación diplomática con Irán a causa de su política nuclear, cuando acaba de firmar un acuerdo con la India que equivale a la aceptación de este país como potencia nuclear: un estatus alcanzado, como en el caso del vecino Pakistán, manteniéndose al margen del Tratado de No Proliferación Nuclear, cuya vigencia se invoca ahora a propósito de Irán. Una locura total. En su famoso discurso de 2002, Bush incluyó a Irán en lo que llamó el "eje del mal", junto a Irak y Corea del Norte. Cuatro años después, Pyongyang sigue en sus trece, la política de Bush no se ha deshecho de Irak, sino que lo ha deshecho, y ésta ha dado a Irán mucha más influencia y poder de lo que ningún ayatolá ambicioso hubiera nunca imaginado. Para empezar, Irán se ha encontrado con que la invasión de Irak ha multiplicado el valor y el precio de su crudo, con lo que dispone de más fondos y más influencia. Además, en el nuevo reparto de cartas de la globalización, China ha convertido a Irán en socio estratégico, aunque ni Pekín ni Moscú quieran que Irán se haga con la bomba. De hecho, a ninguno de sus vecinos le interesa un Irán más poderoso, y sin embargo, es con lo que se encuentran. Hoy por hoy, el que más ha ganado con la invasión de Irak ha sido Irán. El poder en Irak se ha desplazado a los chiíes, y entre éstos, Irán tiene una gran presencia en todos los órdenes en el sur del país. Y si la situación degenera en guerra civil abierta, pesará aún más. Irán se ha convertido en el país con más influencia en Irak, y, además, también influye en Afganistán. Irán sabe que Washington dispone de pocas opciones. Si EE UU o Israel le atacan (el Consejo de Seguridad difícilmente lo aprobaría) sólo conseguirían, si acaso, retrasar el supuesto programa iraní unos meses o años, y de nuevo unir a la sociedad iraní contra el enemigo externo, y soliviantar a una parte de la sociedad musulmana global, además de dificultar aún más toda posible solución para Irak.

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